Había hecho mis planes ese día, sabía que
ponerme, que decir y con quien ir. Tenía todo calculado, incluso pensaba no
llegar hasta el siguiente día. Pintaba para una noche armoniosa. Ese mismo día,
temprano, recibí su llamada: “Hola, ¿Si vendrás, verdad? ¿Sabes cómo llegar?
¿Te puedes encontrar con Ernesto para venirse juntos? Sale nos vemos, trae
alcohol.”…
Llegó la tan esperada noche, salí y me iba a
encontrar efectivamente con Ernesto y unos otros agregados para irnos a la casa
del cumpleañero. Llegamos, compramos nuestra medicina y nos dimos a la fuga.
Algo había en el aire que no todos estábamos con ánimos, no todos sabíamos que
íbamos a encontrar. No estábamos ahí. En el camino todo fue tranquilo, íbamos
platicando, echando una pequeña broma, poniéndonos al tanto del poco tiempo que
no nos habíamos visto, hasta que era el punto donde debíamos de bajar. Hilda,
novia de Ernesto hizo la parada y así fue, nos bajamos todos entre empujones,
yo con el estómago en los ojos, y nos fuimos caminando. Entre todo el terregal
que hacía que nuestros zapatos limpios para la ocasión se mancharan. Observábamos
y admirábamos la calle, la noche era de nosotros y sabíamos que en nosotros
estaba alterarla.
Llegamos, un poco de gente, soda stereo y
velas resaltaban el lugar. Nos saludó el cumpleañero, no con el ánimo que uno
espera, pero si con alimento. Agarramos unas sillas y nos fuimos a la esquina, alejándonos
de las personas, cada quien tenía su grupo de amigos, todos estaban ahí pero
ninguno en el momento. Era tan raro sentirse tan excluido a pesar del lugar tan
diminuto. Pasaban los minutos y comprendí lo que sucedía, a lo lejos había dos
sillas con dos chavas, muy raras. Pero ninguna hablaba con nadie, solo entre
ellas, pero al par de dos segundos, él se acercó a una de ellas, la atención
era evidente… Ella estaba ahí porque él lo quería y todos sabíamos que ella
mañana no regresaría a su casa. Ella estaba con él. Esas deducciones las
hicieron todos los presentes, yo quería salir, sentía como si un bloque de
cemento cayera justo en mi cabeza, me sentía bastante estúpida, otra vez yo,
ahí, malinterpretando palabras y besos. Cayendo en camas de fuego.
Se hicieron la 1 am, todos estábamos con un
ánimo terrible, no había ambiente, no había atención, no había nada. Salimos
los que llegamos juntos, íbamos a ir al centro a pasarla bien. Llegamos y uno
se fue, yo seguí a la nueva pareja de Ernesto e Hilde a un lugar que jamás
había imaginado pisar. Era un lugar de aquellos, que a muchos le entra la
curiosidad, el morbo de ver. Sin embargo no es un lugar donde yo decida gastar
mi tiempo, todo era masoquismo al extremo, parejas golpeándose y la música que
muy apenas agarraba el ritmo. Aparte, sin que se me escape mencionar, la vestimenta era totalmente negra y yo como
aguja en un pajar, con mi camisa estúpidamente azul eléctrico. No me sentí de
allí, no lo disfrute, tenía en la mente lo sucedido antes de llegar ahí.
Salimos de ese lugar, nos encontramos a Lucía, su novio y un amigo de ellos,
decidimos que iríamos a un lugar un poco “mejor” que en el que estábamos, por
“mejor” solo me refiero a la clase alta de lo bajo.
Llegamos y como todos iban en parejas, era de
esperarse que me quisieran aventar a su amigo como carnada, estuvimos
platicando un tipo muy agradable, está estudiando para médico y aparte de eso
era poeta. La noche se hizo larga entre sus poemas, tenía una voz digna de
recitar, pero sus poemas no me atrapaban, yo creo que de no haber pasado por lo
que tuve que pasar esa noche, lo hubiera besado o me hubiera enamorado de sus
palabras. Lo único que paso es que yo quería salir corriendo, entre las excusas
que pasaban lentamente por mi mente. “El vega” novio de Lucia se levantó y
dijo: “ya vayámonos”. Y así fue, nos fuimos, el joven poeta me acompaño a tomar
mi taxi y otra vez desaparecí, de él, de todos y de mí.
Me encanta tu redacción, es tan entendible, clara y se disfruta a la vista. Excelente narración.
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