lunes, 20 de octubre de 2014

Él no esperaba, yo sí.

Desde que me levanté, sabía que no iba a ser un día normal, que este día me dejaría llevar por mis “instintos” una vez más. Como todas las mañanas, me levanté, corrí a meterme a bañar y terminar mis deberes de la casa. Decidí ponerme ese vestido que tanto me gusta y que me hace lucir muy bien, ese pequeño vestido de color verde, amarillo y negro que parece de los años 50. Había el por qué usarlo.

 Corrí a tomar el siguiente taxi, que me llevará a rápido a la escuela, pero antes tenía un pendiente por hacer; creé una página para vender algunas cosas que solo estorban por ahí y mi primera compradora salió a la vista interesándole una blusa, nos quedamos de ver en el Oxxo cerca de la universidad, debo decir que en la conversación por facebook su ortografía no era la mejor, el sentido con el que conectaba las palabras era nulo, cuando de pronto mencionó que era sorda. No supe cómo reaccionar y no sabía si lo que decía era en verdad o solo una broma. Sin más preámbulo ahí estaba yo 15 minutos antes de las 4 para vender mi blusa.

Llego y efectivamente era sorda, a duras penas nos pudimos comunicar, entre risas y sonrisas me dio el dinero y yo le di la blusa. Las dos nos giramos y cada una siguió su camino. Mientras caminaba al salón pensaba en ese suceso, sabía que estos días habían tenido sus particulares y esto hacía del hoy una de ellas. Hace poco platicaba con una señora que me decía que poco se habla de la comunidad de sordo-mudos y efectivamente tan poco era el conocimiento, que yo no sabía que había una comunidad y con lo que había pasado ese día, me puse a analizar lo que había ocurrido, en vez de sentir pena por ella y su situación (no me malinterpreten) sentí pena por mí, por no saber hablar o comunicarme con ella, simplemente no tener esa cultura de los sordo-mudos.

Me sentí bastante ignorante y frustrada al no poder entablar una conversación, era yo la que estaba mal, no ella. Ella no tiene la culpa que la sociedad señale como “subnormales” a las personas, la culpa era de nosotros por no aprender y peor aún tener la idea de que uno nunca se topará con personas así, siendo que el mundo es muy pequeño. He decidido acercarme más al tema y por qué no, aprender a comunicarme, en fin. Continuemos…
Eran las 8 pm, aquel joven me había citado a las 9 pm, que era la hora para verlo tocar. Ese era el motivo de mi vestido, jamás lo había visto, nos conocimos porque un amigo nos presentó por facebook, pero hoy era el día en que nos conoceríamos. Él ya me había mencionado su atracción por mí, lo citaré: “eres una mujer muy simpática, en verdad tienes buen sentido del humor, eres inteligente y tienes un muy buen gusto musical” (Cabe mencionar que lo último era importante para él, ya que es músico, uno de esos roqueros sin causa) en fin, ese día los dos descubriríamos viéndonos a los ojos si en verdad somos el uno para el otro.

Llegue justo a las 9 pm, llamé a su amigo, que también iría y por supuesto, como era de esperarse aún no llegaba. Por fin llego, con su sequito de amigos y nos dirigimos al lugar donde tocaría. Dentro de mí, rogaba por que el fuera todo, con que él verlo me trajera calma y paz, sabiendo que mis problemas se acaban en solo su mirar. Y no fue así, lo vi, nos saludamos y muy apenas llamé su atención, no estaba tan ocupado como se hacía pasar… Sin embargo, dije: “démosle una oportunidad, no puedo salir corriendo” y así fue, ahí estaba yo, la única mujer del grupo, tomando una cerveza, esperando que un joven al cual “parecía gustarle” tocará una canción. 

Todo acabo muy pronto, demasiado pronto diría yo y fue porque el amplificador había tronado, interrumpiendo así su “solo” del bajo.
Se acercó a mí, platicamos un rato, de esas platicas forzadas. Eran las 10:30, ya no podía estar ahí, me levanté y le dije que me tenía que retirar, no tenía ánimos de nada. Él se levantó conmigo y fue con sus amigos a decirle que también se tenía que ir. Salimos y se dispuso a acompañarme a coger mi taxi, íbamos platicando, bromeábamos de alguna que otra cosa, al parecer todo iba mejorando pasando los minutos. Sin embargo no encontraba la mínima gota del verdadero amor…

Tal vez ese sea mi error, esperar que cualquier sapo vestido de “príncipe” sea eso, simplemente mi error es esperar, esperar y esperar… En fin, llegamos a la parada, bromeamos unos 10 minutos más y eso basto para darnos un cálido abrazo y despedirnos con un beso en la mejilla…

Heme ahí sentada en el taxi, queriendo llorar ¿Por qué? porque los dos sabíamos que no era lo que esperábamos, al menos él lleva las de ganar, él no esperaba, yo sí. 



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